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Se puede hablar del Big Bang como referencia a la teoría sobre el origen del universo, pero también se puede aplicar a la explosión que vive en nuestros días el libro de divulgación científica. Todo puede ser comprendido, si se explica adecuadamente.
La ciencia y la tecnología dominan nuestras vidas, aunque nuestro "mundo emocional" pueda volar -o, mejor, creer que vuela- en otras direcciones, libre de semejantes ataduras. Pero los conocimientos científicos y técnicos, esos que nos encontramos a la vuelta de cada esquina, llámense estos como se llamen (ordenador personal, Internet, teoría de la relatividad, horno de microondas, mecánica cuántica, resonancia magnética nuclear, DVD, satélite espacial Hubble, células fotovoltaicas o código genético), no se obtienen gratis: sus profesionales, los que los "inventan" o controlan, los adquieren mediante un largo y exigente aprendizaje. Y como la mayoría de nosotros, la gente que puebla las calles y que viaja en el metro, no posee semejante educación, ¿qué debe hacer?, ¿resignarse a ser un convidado de piedra del globalizado mundo tecnocientífico, un mero usuario de lo que ve -por mucha que sea su pericia al mover el ratón o apretar las teclas que sean- como "cajas negras"? Continua
Legenda da imagem:
Gran nube de polvo luminoso de la estrella V838 Monocerotis, captada por el telescopio espacial Hubble.
