Por FRANCISCO ANGUITA
17.08.2010
Con 6,5 masas terrestres, es la primera supertierra oceánica detectada.- DAVID A. AGUILAR/CFA
El pasado 21 de julio el astrofísico Dimitar Sasselov, de la Universidad de Harvard, pronunció una conferencia que dio lugar a una pequeña tormenta científica. Anunció en ella que el equipo de la misión Kepler , del cual forma parte, había descubierto ya más de 100 planetas "semejantes a la Tierra" (earth-like en inglés), y que podía pronosticarse que en nuestra galaxia habría unos cien millones de planetas habitables. La noticia tuvo un eco inmediato en los medios de comunicación, y un segundo eco, airado, de desmentidos de otros miembros de la misión, encabezados por su investigador principal, William Borucki, del centro Ames de NASA.
Borucki precisó que lo único que puede hacer Kepler (un telescopio de 95 centímetros de diámetro puesto en órbita en 2009) es detectar planetas de tamaño terrestre. Y, por ejemplo, un cuerpo de dimensiones terrestres pero muy cercano a su estrella sería una esfera fundida, es decir algo muy diferente a la Tierra. Añadió: "Es lamentable que un miembro de nuestro equipo confunda así al público", una reprimenda fuerte para lo que se estila en círculos académicos. Sasselov se vio obligado a rectificar públicamente, aunque lo hizo acusando a los medios de ser los causantes del malentendido.
Varias historias se entretejen en ésta. La principal es que los miembros de esta misión, y los cazadores de planetas en general, sienten que alguno de ellos puede pasar a la historia como el descubridor del primer planeta gemelo de la Tierra, quizá con vida a bordo. Sasselov lo dejó muy claro en su charla, al partir de Copérnico y argumentar que estamos viviendo hoy el final de la revolución que el polaco comenzó en 1543 con el destronamiento de la Tierra como centro del Universo: encontrar otra Tierra cerraría el círculo. Pero la aspiración a formar parte de la historia de la ciencia casa mal con unos rígidos protocolos establecidos por la NASA para el estudio de los datos de la misión: las estadísticas vitales de los 400 candidatos más relevantes no se harán públicas hasta febrero, para que haya tiempo de filtrarlas y descartar así las falsas alarmas. Son sólo unos meses, una minucia comparada con los tiempos de Copérnico, quien guardó su manuscrito durante 37 años. Pero es que entonces no había investigadores principales ni financiaciones millonarias. Continua