Por GREGORIO BELINCHÓN - Madrid
Un libro recupera las fotografías más íntimas de la pintora mexicana
Como la mayor de las riquezas secretas en una isla del tesoro, las joyas estaban allí, encerradas, sin que nadie supiese lo que ocultaba el archivo. Pocas veces el mundo del arte se ha visto conmocionado con un descubrimiento así. Cuando Frida Kahlo falleció en 1954, con 47 años, Diego Rivera donó la Casa Azul de Coyoacán al pueblo de México para que se convirtiese en el museo de Kahlo. Sin embargo, los archivos fotográficos de la artista eran también los de él (en vida, ella los había fusionado en uno) y Rivera los guardó. Poco antes de morir, pidió a su albacea, Lola Olmedo, que sus papeles no vieran la luz hasta 15 años después de su muerte. Durante 50 años aquellos armarios y cómodas repletas de fotografías permanecieron sellados. Hasta que en 2006 la luz iluminó sus secretos.
Y aparecieron 6.000 fotografías. Vibrantes, familiares, artísticas, dedicadas, personales, inspiradoras, turísticas, trucadas, recortadas y algunas, solo algunas, hechas por la misma Kahlo. En esa cornucopia fotográfica, Pablo Ortiz Monasterio, fotógrafo e historiador, ha escogido las 400 más relevantes, muchas de ellas inéditas, que ahora aparecen en el libro Frida Kahlo, sus fotos (RM).
Desde México, Monasterio describe así el descubrimiento: "Colección fotográfica de una artista fundamental del siglo XX con obras de grandes maestros de la lente, como Man Ray, Brassai, Álvarez Bravo... reflejo de una época y entrañable registro de una familia ampliada de gente talentosa". Porque entre esas 400 fotos solo cuatro, firmadas entre 1929 y 1930, pueden haber sido realizadas por Frida, pero en todas ellas, en su selección, está la mano de la artista mexicana del siglo XX. Continua